Chávez no ha muerto
Fabricio
La construcción del socialismo no es precisamente una tarea sencilla. No
hay planes de antemano que expliquen cómo construirlo. No hay libros sagrados e
intemporales que nos vayan advirtiendo si nos estamos equivocando o no. Por muy
trillado que pueda sonar, el socialismo es una construcción que se va
inventando en el camino. No obstante es cierto que algunas ideas previas se
tienen: cualquier poder que se pretenda socialista debe asegurar las
necesidades básicas al pueblo: la gente tiene que vivir. Es decir, hay que
atacar la desnutrición y la mortalidad infantil. El alimento debe estar, al
igual que la salud, al alcance de todos. El techo: fundamental. Y la educación,
por supuesto: pública y de acceso popular genuino.
Estos primeros pasos son fundamentales, y es evidente que Chávez los
dio. No se puede tapar el sol con la mano, no se puede ser tan obtuso. ¿O habrá
que recordar los miles de médicos cubanos que arribaron a Venezuela para curar
ahí donde los médicos venezolanos no llegaban?[1] ¿Será necesario explicar, una vez más, la
“Misión Alimenticia” destinada a garantizar el derecho al alimento a partir de
la instalación de mercados populares a bajo costo?
Se podría escribir un libro entero sobre el desarrollo y los alcances de
las Misiones Revolucionarias del gobierno de Chávez[2]. Por alguna curiosa razón la CNN no se ha
ocupado en difundir la “Misión Robinson” ni la “Misión Sucre” con las cuales
aprendieron a leer y escribir más de un millón de venezolanos y otros tantos
accedieron a la educación terciaria y universitaria. Tampoco la cadena “O
Globo” de Brasil le ha dado importancia al cuidado especial de los niños en
situación de calle que desarrolló el gobierno revolucionario.[3] Ni a eso ni al fomento de la música en
los niños que por suerte pudieron resistir el embate de las políticas liberales
y mantenerse en sus hogares con sus padres[4]. Los grandes mentirosos de la información
mundial sienten arcadas ante las políticas populares del gobierno de
Venezuela, por eso se han ocupado de esconderlas cuidadosamente durante
todo este tiempo. Por eso “El Mercurio”, “El Universo” y “El Comercio” de
Ecuador no informaron absolutamente nada sobre el progresivo avance de los
derechos indígenas en Venezuela.[5] Por eso “Clarín” y “La Nación” se
empeñaron en todos estos años en mostrar una república insegura e inflacionaria
en vez de un país inclusivo y en crecimiento como realmente lo es Venezuela
hoy. Por eso en Bolivia “El Deber” y “Los Tiempos” no han hecho otra cosa que
diseñar un Evo Morales bisoño y títere de un Chávez dictador y entrometido en
los asuntos internos.
Sólo en este último año se construyeron en Venezuela 200.000 viviendas.
No son 20 o 30: son 200.000. Es histórico. Busquemos si algún otro gobierno en
el mundo ha logrado algún objetivo semejante en el último medio siglo. Sin
embargo esto no parece ser noticia para ningún periódico grande de
Latinoamérica. Y eso que hasta aquí no he nombrado las grandes cadenas de
comunicación de Chile y Colombia, países donde el antichavismo proyankee y
neoliberal se hacen sentir en sus medios más que en ninguna otra parte.
Sin embargo, nada de esto ha logrado derribar a Chávez, ni siquiera el
golpe de estado cívico-militar que sufrió en el 2002, poco tiempo después de
iniciada la “Misión Zamora” destinada a erradicar el latifundio improductivo.
Paradójicamente pareciera que en estos vergonzosos tiempos de concentración y
globalización mediática se reaviva la esperanza del pueblo llano: por suerte la
realidad política sigue prevaleciendo sobre la ficción inventada de los
poderosos.
Sin embargo la política también tiene sus límites. Se ha dicho que es el
arte de lo posible, y es cierto. No obstante la política es también la
imaginación de lo imposible, y ahí también aparecen los cerebros
revolucionarios capaces de plantear desafíos más allá del cubrimiento de las
necesidades básicas. Las misiones “Che Guevara” y “13 de abril” van en esa
dirección, porque se ocupan de la formación política y la creación de comunas
socialistas en cerca de 100 municipios y 200 pueblos. El desafío es crear
estructuras socioterritoriales autosustentables en las que trabajo manual y
cualificado se entrelacen mejorando la calidad de vida de la población, tomando
las decisiones de manera democrática y participativa. Es decir: producir con
otra lógica, decidir entre todos, vivir de otra manera. Tan sencillo y tan
difícil como eso. Tan maravilloso.
Entonces, ¿podría Chávez haber dado más pasos en la construcción
del socialismo? Quizás sí, pero difícilmente. Ningún presidente del mundo hace
lo que quiere. Obama, por ejemplo, no puede prohibir que en Estados Unidos se
vendan armas al público como si fueran caramelos, y eso después de la masacre de Connecticut y otras
balaceras terribles aunque menos recordadas. En su afición por mantenerse
intactas en el poder las cadenas multinacionales informan banalidades, esconden
lo verdaderamente importante y mandan al olvido lo que la memoria colectiva no
debiera olvidar.
Venezuela no es Cuba, ni los años 60 son el siglo XXI. No
se llega al poder y se hace lo que se quiere, esa es una errónea lectura del
proceso cubano. Las revoluciones no se hacen de un día para otro, y el que
tiene el gobierno no siempre tiene el poder. Es más, las revoluciones no se
hacen. Ocurren, que es diferente. Son un punto de inflexión en la
historia en que fuerzas contradictorias explotan y el que pueda subirse al
caballo que se suba. Pero también es cierto que al potro de la revolución no se
sube cualquiera, se sube el que puede y hace mientras pueda, si lo dejan hacer.
Porque después de todo no hay que olvidarse que ese potro es el pueblo.
Chávez ha hecho lo que ha podido, y yo pienso que más. No era
necesario hablar de socialismo para sacar adelante a la destruida Venezuela de
los años 90. No hacía falta tanto empeño en la integración latinoamericana, ni
esos geniales discursos internacionales que horrorizaron a los bienpensantes y
maravillaron a la juventud en lucha. No hacía falta gritar con toda la jeta:
“¡Váyanse al carajo yankees de mierda!”… Esas cosas no se olvidan, porque es
precisamente lo innecesario aquello que vuelve a la política una pasión y un
arte por el que algunas mujeres y hombres de esta tierra se graban para siempre
en la memoria de los pueblos.
Chávez ha muerto ¿qué importa? Al fin y al cabo todos nos vamos a
morir algún día. Sin embargo tengo la certeza de que él se llevará a la tumba
la imagen de una sonrisa que trascenderá su tiempo y las fronteras de su
Venezuela natal, una sonrisa cordillerana que irá desde Ushuaia hasta el río
Bravo y que estará poblada de rostros multicolores y valles fértiles. Nosotros
nos conformamos con ser parte de esa sonrisa final e imaginaria, popular e
infinita, que el Huracán Hugo se llevará a la tumba.
[1] La llamada “Misión Barrio
Adentro” (iniciada en 2003). Pero también la “Misión Milagro” (2004) que atacó
los problemas visuales sobre todo de la tercera edad. Y también la “Misión
Sonrisa” (2006) destinada a la rehabilitación odontológica y protésica.
[2] Cabe destacar que estas misiones
no son simples “obras”. Es decir, no es que Chávez va, pone un ladrillo y se
saca una foto para la prensa. Sino que son, precisamente, misiones. Es decir,
tienen un objetivo, una metodología, un desarrollo, fondos con los cuales
llevarse a cabo, revisión de objetivos, etc. Son planes a largo plazo,
sustentables en el tiempo y, además, pensadas desde la lógica de la democracia
participativa.
[5] “Misión Hábitat” http://www.fmh.gob.ve/ . Las Misiones y obras no
se agotan en las mencionadas, por supuesto. Para ver algunas más: http://www.sistemasfgm.com/bdcncu/odm/Misiones.html
catedralibreallende@gmail.com
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