Crisis de representatividad allende los andes
El 20 de diciembre de 2011 el
Congreso Nacional chileno aprobó la llamada Ley de Inscripción Automática y
Voto Voluntario (LIAVV). Expreso en esa ocasión el presidente Sebastián Piñera,
“esto significa que casi cinco millones de chilenas y chilenos que no
participaban de nuestra democracia, van a ser ciudadanos con derecho a voto,
pues de los casi 13 millones de personas mayores de 18 años, sólo 8 millones
están inscritos en el padrón electoral, lo que significará un rejuvenecimiento
del electorado que en la actualidad está compuesto en un 60% por mayores de 45
años, cifra que bajará a 42%, por el crecimiento del padrón electoral en un 55%”.
Pasaron 10 meses y las
palabras de Piñera y de la partidocracia chilena que representa cayeron al
vacío; se realizaron las elecciones municipales
este domingo 28 de octubre y de un universo electoral de 13,4 millones,
votaron 5,4 millones de electores, es decir, un 40%; por diferencia NO VOTO el
60% restante de 8 millones. En las elecciones del año 2010, votaron cerca de 7
millones de personas, cifra superior a la de este año 2012, registrándose en
las municipales una reducción de los votantes con respecto al 2010 de un poco
más del 20%.
Como conclusión en las últimas
elecciones municipales el porcentaje
mayoritario de los nuevos electores NO VOTARON (se estima una cifra
superior al 90%), sumándose a esta tendencia
personas que votaron en el año 2010 y no lo hicieron ahora, más el promedio
histórico que no votaba. En las elecciones realizadas en Venezuela el 7 de
octubre pasado -donde el voto también es voluntario- participo más del 80% de
la población.
¿Cómo se repartió en Chile el
minoritario 40% que voto? La oposición (centroizquierda) sumo en la elección
de alcaldes un 43,1 % contra un 37,47 % de la coalición oficialista. En la
elección de concejales, la oposición llego al 49,46 % y la derecha oficialista
al 32,94 por ciento.
Lo anteriormente descrito
refleja la crisis de representatividad del sistema jurídico-político chileno, que NO responde a las demandas sociales y políticas de sus ciudadanos o
electores. El objetivo de la democracia representativa es canalizar estas
demandas, de lo contrario surge la protesta. Es el momento de escuchar al
pueblo que se expreso en las urnas y que reclama: NO al sistema binominal, NO a
la mercantilización de la educación y la salud; NO al lucro; NO a la
constitución neoliberal y plutocrática de Pinochet; NO a la entrega de los
Recursos Naturales (cobre y litio), NO a la represión al pueblo mapuche. Si a una asamblea constituyente de cabildos
abiertos que redacte una nueva constitución que dé cuenta de la realidad. De no
escucharse estas demandas el pueblo en sentido amplio seguirá recreando y
construyendo esta protesta contra la plutocracia, abriendo así las grandes
alamedas de la diversidad, la libertad y la justicia social.
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