22 de noviembre de 1971, José Cárcamo Barría (Presidente Nacional de los Trabajadores del Petróleo) dirigiéndose a Salvador Allende y Fidel Castro en Magallanes |
Extracto del libro José Cárcamo Barría: Un socialista de otra
época
La Unidad Popular (UP) conquistó la victoria con Salvador
Allende en las elecciones presidenciales del 4 de Septiembre de 1970,
enarbolando un programa que se planteaba como objetivo el socialismo.
Inauguraba así un camino nuevo que provocó con razón un gran
impacto mundial. Sin embargo, la Unidad Popular fue el resultado de
un proceso que no alude solo a un itinerario electoral, fue un
proceso creciente de acumulación de fuerzas. La UP fue por
excelencia un movimiento político y social construido durante
décadas, que creció y se desarrolló en la lucha social, en las
huelgas y paros nacionales de los trabajadores, en las tomas de
terrenos por los pobladores sin casa, en las peleas de los
campesinos, en las grandes movilizaciones juveniles, en el movimiento
por la reforma universitaria protagonizado por los estudiantes.
Esos potentes movimientos sociales lograron victorias importantes,
pero el triunfo de la Unidad Popular nunca hubiera sido posible sin
un movimiento popular concebido como movimiento político y social,
si no hubiera crecido al mismo tiempo la actividad de los partidos
políticos de izquierda, que fueron capaces de dirigir y encauzar la
organización, la lucha y la maduración de la conciencia popular,
logrando que los trabajadores se constituyeran en el núcleo de un
amplio frente antiimperialista y antioligárquico. La UP inauguró
otro camino para llegar al socialismo, con lo cual levantaba un
ejemplo que Estados Unidos no podía aceptar. Ninguno de los errores
e insuficiencias que tuvo la UP explica su derrota, esta solo se
puede explicar debido a la intervención norteamericana. Ni aún en
la división de la izquierda podemos encontrar responsabilidades,
pues fue una expresión de problemas estratégicos no resueltos por
el propio movimiento popular, el de su autonomía frente al Estado,
es así que el golpe lo sorprende sin las orientaciones capaces de
enfrentar la emergencia que se venía encima.
El 11 de Septiembre nos sorprende, como familia, separados.
Nuestro padre se encontraba en Punta Arenas, y nuestra madre a cargo
de los 3 hijos, en Santiago. Como cada mañana nuestra madre comienza
su día tempranamente preparándonos el habitual desayuno, con un
jugo de naranjas y zanahorias. El mayor de nosotros, José Salvador,
se traslada a su lugar de estudios, el Liceo José Victorino
Lastarria, en tanto nuestra madre, junto a Doris, acompañan a Myriam
a su colegio ubicado en el Sector de Portugal con Argomedo, le llama
la atención el paso de tanquetas de carabineros que se dirigían por
Nueva Los Leones, tomando Av. Andrés Bello con dirección al Centro.
Esas mismas tanquetas son las que la dejan intranquila, y
decide quedar esperando fuera del colegio con otros apoderados
recogiendo informaciones y a la espera de alguna novedad. Es en ese
instante cuando se siente el paso rasante de aviones, situación que
hace que los directivos y profesores del Colegio decidan la
evacuación y que los estudiantes retornen a sus casas. Son momentos
tensos, nuestra madre se despide con un abrazo con aquellos
apoderados que por afinidades políticas han hecho amistad, se siente
en el aire que no se viene nada bueno. Los minutos parecen eternos,
cuesta tomar locomoción, finalmente el traslado se hace en un taxi
compartido con otros pasajeros. No hay claridad de lo que está
sucediendo, al pasar por las afueras del Liceo José Victorino
Lastarria, nuestra madre alcanza a divisar a José pero sin poder
lograr que él la vea. José y sus compañeros de curso, de 15 años
de edad o menos, discuten que hacer para defender al gobierno
popular: ir al liceo 7 de niñas -a pocas cuadras del Lastarria- y
con las compañeras movilizarse a rodear la Moneda, o ir a los
cordones industriales, barrios populares, para organizar la
resistencia. Algunos de esos niños y niñas, fueron al liceo 7,
otros a la Moneda directamente, otros a los cordones industriales,
pero la gran mayoría volvió a sus casas; sería la última vez que
José vería sus compañeros del 2do F, del secundario.
Llegando a casa nuestra madre sintoniza radio Corporación, Radio
Magallanes, hasta que logra escuchar al compañero Presidente, su
último discurso que se transformó en una profecía, y nuestra madre
repite, “llegó el fascismo, llegó el fascismo” al tiempo
que rompe en lágrimas. El recuerdo del resto del día es de un día
gris, triste, ya es un hecho que el Presidente ha muerto, estamos
pegados a la tele viendo una y otra vez el bombardeo a La Moneda, al
domicilio de Tomás Moro.
…...Pasan los días y retornamos a Punta Arenas, el 26 de
Septiembre de 1973, nos acogió una vez más nuestra abuela
Ofelia….un mes después, el día 26 de Octubre de 1973, nos
encontrábamos reunidos en familia, nuestra madre se encontraba
enferma y en cama con indicación de ser intervenida quirúrgicamente.
A las 19 horas aproximadamente llegan dos individuos con vestimenta
de civil, es Doris quien abre la puerta, se le ordena a nuestro padre
a salir, que los acompañe pues deben conversar con él. Nos recorrió
un aire frío en nuestros cuerpos, sabíamos qué significaba eso, y
sin comentarlo, hace 1 mes y 15 días teníamos claro que ese momento
iba a llegar. Ya unos días antes los pobladores de la población 18
de septiembre, un día sábado, amanecimos con las bayonetas encima,
en un allanamiento por efectivos militares donde no hubo casa que no
haya sido registrada.
Ya en prisión, a nuestro padre, el 28 de Octubre, al amanecer, lo
sacan vendado de la pieza donde se encontraba aislado para ser
interrogado, no sin antes golpear y patearlo en las costillas. Lo
trasladan al Estrecho de Magallanes, hace frío, siente congelarse.
Lo conminan a adentrarse al mar, conoce la bestialidad del que se
cree humano lo irracional de los que se creen racionales, camina por
el estrecho desnudo, cree que intentarán ahogarlo, el agua le llega
al cuello, un metro más se ahoga o se congela. Finalmente esa parte
del calvario termina, es arrastrado por dos oficiales y lo llevan a
un calabozo. Ahora comienza otra parte del calvario cuando le piden
nombres de los “extremistas”, a cada minuto todo se vuelve más y
más irracional, los golpes siguen…. que terminan con su pérdida
de conciencia. Cuando despierta ya está conectado a electrodos que
le transfieren corriente (electricidad) en todo su cuerpo.
Escribir la historia de José Cárcamo Barría, nuestro padre, del
esposo, abuelo, bisabuelo, vecino, tío, amigo, compañero,
sindicalista, bombero, deportista, defensor de los Derecho Humanos, Colocolino,
Socialista, Allendista; es rescatar la memoria de la clase
trabajadora, es la memoria de una práctica política siempre al lado
de la clase explotada, es la memoria que se opone a ser expropiada y
resiste, es la fuerza que se niega a que la historia la escriban
otros, es la fuerza sobre la que se imponen nuestros mártires. Son
estos pedazos de memoria los que nos permitirán sacar lecciones del
pasado, interpretar el presente para forjar en el futuro una nueva
cultura política organizativa que inspire a las mejores generaciones
de luchadores que seguirán naciendo para resistir, para luchar y
para vencer.
Dice Raúl, vecino y amigo nuestro desde la infancia de la población
18 de septiembre de Punta Arenas, “con sus 89 años sé que el
vecino José, está acompañado en la intimidad de su hogar, sé
también que a mediana distancia le sigue el recuerdo cariñoso de
muchos trabajadores y ex trabajadores de la Empresa Nacional del
Petróleo (Enap), cientos de personas del mundo bomberil , del
Partido Socialista y ciertamente de sus antiguos vecinos e hijos de
vecinos que ya también nos vamos poniendo viejos y que añoramos,
sin idealizar espero, la fraternidad que se vivió en las poblaciones
de nuestra infancia. Infancia no exenta de la inevitable tragedia del
tránsito humano, pero mitigada por una cercanía, que permitía
fenómenos de superación personal, de resistencia apasionada por
darle calidad a la propia vida y a la de los semejantes, de permitir
en definitiva sanar las heridas y sembrar esperanza. José ha sido
una de esas personas y bien merecido tiene los reconocimientos que
con gratitud hacemos quienes hemos compartido parte de nuestras vidas
con él y su familia”.
catedralibreallende@gmail.com
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